jueves, 5 de agosto de 2021

Diabluras: Transformaciones y formas de la estatalidad, una trilogía de Alejandro Agudo y Marco Estrada

Diabluras

23 de julio de 2021

Hace 10 años fue publicado en México un primer volumen de una serie dedicada a la sociología y la antropología del estado. Se trata del libro (Trans)formaciones del Estado en los márgenes de Latinoamérica (Alejandro Agudo y Marco Estrada, coordinadores. México, COLMEX-UIA, 2011). Le siguieron los libros Formas reales de dominación del Estado (Alejandro Agudo y Marco Estrada coordinadores. México, COLMEX, 2014) y Estatalidades y soberanías disputadas (Alejandro Agudo, Marco Estrada, Marianne Braig coordinadores, México, COLMEX, 2017). En su conjunto, estos libros reúnen estudios de diversas formas reales, transformaciones y disputas de la estatalidad y la soberanía, principalmente en el México contemporáneo, pero también en otras partes de América (Guatemala, Colombia, Ecuador, Uruguay, Argentina, Estados Unidos). Una buena parte son estudios que exploran diversas expresiones de la formación de estado en espacios de disputa que abarcan fronteras nacionales, zonas de colonización agraria, o áreas urbanas y periurbanas; la movilidad de personas y cosas, la participación ciudadana, las políticas públicas y las formas de protesta, así como el género, los sistemas de pesos y medidas, el medio ambiente, la educación, todas áreas en las que se puede hacer preguntas pertinentes sobre cómo se producen y negocian la estatalidad y la crítica al estado, y cómo aparecen nuevas maneras de producir estado.


Los libros además incluyen una serie de reflexiones conceptuales que buscan ir más allá de las imágenes petrificadas del estado sin caer en presunciones, a veces postmodernas y otras nihilistas, de que no tiene ninguna relevancia el estado, ni siquiera como idea, metáfora, fantasma o figura retórica. ¿Qué tan importante sigue siendo esa idea de estado, con todas sus variantes y su maleabilidad política, es decir, explícita, por la que se disputan muchas batallas y por la que se movilizan tantos recursos, y para-política, digamos, por la que se establecen los marcos de lo posible, desde la medición de las cosas hasta la identidad de las personas? ¿O estamos en el umbral de una transformación más radical, que impactará en el orden mundial de estados nacionales para dar cabida a otras formas de orden mundial, con sus nuevos fantasmas? Por supuesto, estas cuestiones no son exclusivas de estas obras, sino parte de diversas discusiones en distintos puntos del planeta académico, en una época de nuevos flujos de comercio e ideas a nivel global, y de una historia larga de formación de ordenes políticos de los últimos dos siglos al menos. Allí están incrustados estos textos. 

Para celebrar de alguna forma esta conversación de una década, en la que he participado en casi cada paso, hice una serie de preguntas sobre la historia de estos proyectos editoriales, que presenté a sus dos impulsores principales: Alejandro Agudo y Marco Estrada.



¿Cómo surgió la idea de armar estas publicaciones?

MARCO. El proyecto del libro (Trans)formaciones del Estado en los márgenes de Latinoamérica (2011) surgió de una conversación que Alejandro y yo sostuvimos en El León de Oro, una cantina en la Ciudad de México. Al hablar de nuestras investigaciones personales y nuestro trabajo como docentes y directores de tesis, nos percatamos de que compartíamos no sólo intereses, sino también temas y acercamientos a nuestros diferentes objetos de estudio, por un lado, y que varios de nuestros tesistas estaban trabajando en líneas de investigación semejantes y en geografías distintas, por el otro. Así, le propuse a Alejandro organizar un seminario de investigación en El Colegio de México, en el que todos nos reuniéramos, presentáramos un borrador de capítulo de libro y lo discutiéramos a lo largo de varias reuniones semestrales.

Una vez acordado el marco básico de colaboración, te invitamos a ti, José Luis, a sumarte al proyecto. Felizmente, alguna de tus tesistas también se incorporó al proyecto. Éramos, entonces, un grupo heterogéneo. Habíamos sociólogos, antropólogos e historiadores, profesores y estudiantes, mexicanos, colombianos, guatemaltecos, ecuatorianos y estadounidenses. Notablemente, de los ocho autores, cinco eran mujeres. Por razones distintas, no todos los integrantes del seminario aportaron un texto para el tomo colectivo.

(Trans)formaciones del Estado fue posible gracias a dos momentos de cooperación previas entre nosotros tres. La primera fue la colaboración entre tú, José Luis, y yo como editores invitados de la revista Sociológica de la UAM para preparar un número dedicado a Chiapas: Transformación social en Chiapas. Investigaciones recientes (2007, año 22, número 63), en el que Alejandro aportó también un artículo. Después de ese número, Juan Pedro Viqueira y yo organizamos un seminario de investigación interinstitucional e interdisciplinar en el ColMex para elaborar un tomo colectivo sobre cómo habían vivido y experimentado diferentes poblaciones indígenas el levantamiento del EZLN: Los indígenas de Chiapas y la rebelión zapatista (2010). En este libro, todos aportamos un capítulo con base en nuestras diferentes investigaciones antropológicas, sociológicas e históricas en distintas regiones chiapanecas.

Cuando concebimos y publicamos (Trans)formaciones del Estado, no pensamos en una trilogía. Los subsiguientes tomos colectivos, Formas reales de dominación del Estado (2014) y Estatalidades y soberanías disputadas (2017), vendrían después replicando el formato de trabajo del seminario de investigación, pero variando los centros temáticos comunes de los capítulos. La diferencia es que Estatalidades fue producto directo de una conferencia internacional que organicé, en 2015, durante mi estancia como profesor invitado en el Instituto de Latinoamérica de la Universidad Libre de Berlín. Posteriormente, utilizamos algunas de las ponencias presentadas como la base de discusión del seminario de investigación.

Quizás habría que decir que todos los autores de los libros tenemos nuestras preferencias políticas más o menos manifiestas y más o menos distintas, pero en ningún momento éstas fueron un obstáculo para trabajar juntos. El único requisito no explícito, por cierto, para participar en la conversación científica es que las ideologías personales no deberían jugar ningún papel en la discusión y que todas nuestras afirmaciones deberían estar fundamentadas en información verificable y en fuentes confiables. En las colaboraciones colectivas en torno al zapatismo, invitamos expresamente a colegas que simpatizan con el EZLN. Algunos de ellos entregaron textos muy buenos, otros se sintieron incómodos por no encontrarse en un ambiente ideológicamente homogéneo e incondicional con el zapatismo, y prefirieron salir, porque no soportaban las tensiones entre la realidad y la ideología.

ALEJANDRO. Muy completo el recuento de Marco sobre los antecedentes de (Trans)formaciones y los otros dos volúmenes que le siguieron. Aunque creo que más bien la idea surgió en una conversación que tuvimos en el autobús de regreso a la Ciudad de México, tras un coloquio del Colmich en el que ambos habíamos participado – en otoño de 2009, creo. De todos modos, puede que me falle la memoria, y además me resulta mucho más atractiva la idea de concebir un proyecto académico en una conversación cantinera que en el camión Zamora-Distrito Federal.

Quizás haría otra precisión: el seminario internacional que Marco organizó en Berlín, el cual dio pie a Estatalidades, se celebró en enero de 2016.

Más allá de estas minucias, recuerdo que los enfoques socio-antropológicos contemporáneos sobre el “Estado” – y cómo nuestras respectivas investigaciones en curso podrían relacionarse con ellos – estuvieron en esa conversación en el León de Oro o en el camión de regreso de Zamora. Mientras organizábamos el seminario y trabajábamos en el manuscrito que daría lugar a (Trans)formaciones, fue tomando forma la preocupación central de dialogar con esos aportes para ofrecer algo distinto sobre/desde diversos países latinoamericanos. En particular, nos incomodaba una cierta tendencia en la literatura en inglés sobre la “antropología del Estado” – con Estados Unidos como centro principal de producción – a “desagregar” al Estado, a permanecer en sus “márgenes” o – de hecho – a dejar sin resolver la propia cuestión de los márgenes o límites del Estado. El aporte de mucha de esta literatura es innegable, pues parte de la valiosa idea de que los límites del Estado son contestados y se enfoca en el continuum entre lo gubernamental y lo no gubernamental, entre estructuras políticas formales e informales. No obstante, después de todo ello queda la duda de qué tan útil es el Estado como objeto teórico y como herramienta para el análisis empírico: ¿forman parte del “Estado” todos los actores políticos de ese continuum, pueden todos realmente caer bajo su rubro? Los límites del Estado son disputados y borrosos, pero ¿dónde están? ¿Puede realmente pensarse en un adentro y un afuera del Estado, o no? Si el Estado es coexistente con todas las fuerzas políticas y con la propia sociedad, ¿qué utilidad tiene entonces hablar de una antropología del Estado en lugar de, por ejemplo, una antropología de los procesos de gobierno en general? Creo que éstas fueron algunas de las preocupaciones que detonaron nuestra discusión, muy bien retroalimentadas y expandidas por el propio José Luis, quien en el primer volumen y en otros trabajos se ha preguntado por los alcances, límites y utilidad de la noción del “Estado” para examinar cuestiones vinculadas con el poder y la dominación.



¿Cuál es el aporte específico de estos textos en el ámbito de los estudios contemporáneos de la antropología y la sociología del estado?

MARCO. No sé si se pueda cuantificar el “aporte” de la trilogía como una suerte de acumulación al estado del arte. (Acumulación, que, sin duda, la hay). En lo personal, creo que “el aporte” tiene que ver más que con el uso de un enfoque –que de verdad no existe, porque los marcos teóricos-metodológicos de cada una de las contribuciones en los libros son de lo más diverso–, con la conciencia y el cultivo de una sensibilidad hacia la contingencia, las contradicciones, los conflictos, las rupturas, las múltiples racionalidades concurrentes y el radical carácter relacional, procesual e histórico de los fenómenos que estudiamos. Me parece que esa conciencia y sensibilidad son resultado de y se refuerza por nuestra elección deliberada por la descripción etnográfica y la narración. Lo interesante es que en toda esa contingencia encontramos regularidades y patrones, pero no de carácter estadístico, sino en forma de órdenes locales. Esta conciencia y sensibilidad también nos ayudan a poner mucha atención en el entrelazamiento de múltiples niveles de análisis, sus efectos múltiples, retroactivos y sus lógicas diferentes y superpuestas de operación.

            Por supuesto, nada de esto es, en sí y tomado aisladamente, nuevo, pero si se lleva a cabo en la práctica de investigación y uno está abierto a las sorpresas y a aprender, el resultado explicativo es muy potente.

            En fin, de este modo, estábamos bien armados para abrir la caja negra de grandes conceptos-contenedores como dominación, Estado, comunidad, identidad, burocracia, movimiento social, política pública, violencia, contrabando, seguridad pública, corrupción, nación, entre otros. De tal suerte, pudimos romper con grandes narrativas establecidas sobre el Estado, la dominación política y el sistema político. Con una mirada menos condicionada y más escéptica que la de colegas mayores y muchos contemporáneos, nos preguntamos si estas funcionaban realmente como teorías y estudios empíricos clásicos habían establecido. La verdad, es que hay muchas simplificaciones en esos trabajos. O, dicho de una manera menos polémica, las cosas son más complejas y diferentes de lo que se pensaba. ¿Son nuestras descripciones y explicaciones mejores que otras? Esto es algo que cada lector debe juzgar para cada caso, pero lo cierto es que en todas las contribuciones de los tres tomos hay un gran trabajo empírico informado teóricamente. Aún más: no intentamos, me parece, cerrar el hiato entre conceptos y material empírico, sino estirar sus tensiones para demostrar la riqueza irreductible de la realidad de los fenómenos.

            Visto a la distancia, lo anterior es, probablemente, un efecto del cambio de época: el mundo en el que nacimos ya no existe tal cual, está en transformación y necesita ser interrogado y explicado en su novedad para comprender mejor nuestro presente. Teorías y enfoques anteriores a esas transformaciones nos parecen un obstáculo epistemológico para aprehender los cambios.

 

ALEJANDRO. Creo que Marco acaba de decirlo todo. Sólo añadiría que podría vislumbrarse una evolución a lo largo de los tres volúmenes, vinculada con las preocupaciones que mencioné antes acerca del estatus y la utilidad del Estado como objeto teórico difícil de identificar. De hecho, recuerdo que, especialmente en el primer volumen - (Trans)formaciones -, la propuesta de contribuir a la sociología y la antropología del “Estado” pilló un tanto por sorpresa a los y las integrantes del seminario y participantes en el libro. Al igual que Marco y yo, habían trabajado sobre procesos y actores políticos en diversos contextos sin plantearse la mayoría de las veces qué tan central era todo ello para reflexionar directamente sobre esta cuestión del Estado: desde políticas de titulación colectiva de tierras de poblaciones afrodescendientes en Colombia hasta programas de desarrollo social y “combate a la pobreza” en México, pasando por la modernización capitalista y los circuitos del café en Guatemala, la reconfiguración local de fronteras geopolíticas entre este país y México, o la violencia hacia poblaciones migrantes centroamericanas en Chiapas. Es decir, no pocos de nosotras y nosotros veníamos, de una forma u otra, trabajando sobre fenómenos estatales sin llamarlo “antropología” o “sociología del Estado”. Por ello, la invitación explícita a los y las autoras en ese momento consistió en repensar sus investigaciones y sus materiales para, en diálogo con la literatura existente, definir o contribuir a un campo relativamente nuevo para las ciencias sociales.

No obstante, a partir de ahí, creo que, poco a poco, los trabajos de los volúmenes sucesivos fueron liberándose un tanto de las reflexiones conceptuales sobre el Estado, por decirlo así, para enfatizar la narración y la descripción etnográficas sobre aparatos estatales y sus actores, sus propias prácticas y perspectivas, problematizando la dialéctica entre la coherencia de las mismas y su desunión, contingencia, discontinuidad y ruptura, como menciona Marco. Es decir, hubo un cierto regreso a los estudios profundamente contextualizados, histórica y culturalmente, de la antropología y la sociología, muy valiosos y necesarios en cualquier caso, pero – como también señala Marco – sin resolver del todo la brecha entre conceptos y material empírico.        

           

¿Qué temas podrían haber sido tratados en estos libros que no fueron tocados?

MARCO. Más que temas, hay varios objetos que pudieron haber sido incluidos en los tomos. En primer lugar, echo mucho de menos la ausencia de estudios sobre élites, grupos dominantes y, específicamente, alta tecnocracia. Para entender la complejidad y dinamismo de la dominación, se requiere tener una panorámica completa de la configuración, campo o sistema –llámesele como se prefiere– de las relaciones entre dominantes y dominados. En segundo lugar, creo que debimos haber abierto más espacio a la perspectiva de género. Sofía Argüello contribuyó, en Formas reales, con un potente estudio sobre el género y el Estado en Ecuador. Aquí hay mucha tarea que realizar aún. En tercer lugar, habría que tener más etnografías y estudios histórico del funcionamiento y conflictos en más burocracias estatales, por ejemplo: la parlamentaria, la de ministerios o secretarías de estado, la del ejército y fuerzas del orden público, la científica y cultural, entre muchas otras. En cuarta instancia, hubiera sido deseable incluir trabajos sobre más países latinoamericanos, inclusive haber animado estudios comparativos que permitieran observar aspectos comunes y divergentes. Podría enumerar algunos objetos más ausentes en la trilogía sobre el Estado, pero creo que una de las aportaciones de esta colección de estudios es que muestran un amplio abanico de abordajes al Estado y la dominación política que pueden inspirar a colegas a ver estos fenómenos como una construcción contingente, en disputa, con efectos simbólicos y materiales no lineales y en diferentes escalas irreductibles a una única racionalidad superior.

ALEJANDRO. Coincido en que la tarea pendiente sería ampliar el trabajo y el diálogo hacia países, contextos, grupos e instituciones insuficientemente abordados en la “trilogía”. De hecho, ello podría ayudar a resolver la tarea pendiente que señalé anteriormente, y que también notó Marco, relativa a la necesidad de cerrar la brecha entre conceptos y experiencia empírica para, por ejemplo, reexaminar de manera más sistemática y explícita los enfoques de que disponemos mediante su puesta en diálogo crítico con hallazgos como los descritos en los sucesivos volúmenes. Creo que en este sentido no aprovechamos del todo el consejo de José Luis, de enfocarnos en burocracias e instituciones – ya sea en las élites o en los funcionarios o burócratas “a pie de calle”, como diría Michael Lipsky. Al respecto, un volumen que avanza en la dirección de estudiar al Estado sin reificarlo o convertirlo en una entidad evanescente es el libro coordinado por Thomas Bierschenk y Jean-Pierre Olivier de Sardan, States at Work (2014), dedicado al estudio de diversas burocracias en varios países africanos. En su introducción al volumen, los coordinadores mencionan un punto que me parece importantísimo: inspirados por la crítica de Philip Abrams (1988 [1977]) a las teorías neo-marxistas del Estado, Migdal y Schlichte (The Dynamics of States: The Formation and Crises of State Domination, 2005, pp. 14-19) reformularon las distinciones entre los enfoques escépticos, idealistas y empíricos del Estado en términos de la diferencia entre “una idea del Estado” homogeneizadora – coproducida y “compartida por perspectivas normativas opuestas, estatistas y anti-estatistas” – y las heterogéneas “prácticas del Estado” que pueden reforzar o debilitar dicha imagen del Estado.

Me parece que la perspectiva anterior es crucial. Mucha de la literatura ha enfatizado en cierto modo la idea a expensas de las prácticas del Estado (o de sus actores y burocracias concretos), privilegiando a menudo dimensiones de control y dominación bajo la influencia de pensadores como Agamben o Foucault, pero dejando de lado otras dimensiones del Estado como la provisión de bienes y servicios – un enfoque que podría beneficiarse de los aportes de la sociología empírica y la antropología de la organización y la burocracia, así como de ciertas vertientes empíricas de la ciencia política. Creo que, al menos en parte, la tarea pendiente pasaría por examinar cómo los actores en particulares instituciones y contextos sociales y laborales lidian con reglas organizacionales públicas y normas ideales mediante su combinación con informalidades reguladas o “normas prácticas”, como las llaman Bierschenk y Olivier de Sardan, recuperando un importante interés de la sociología y la antropología en las “brechas” entre normas y prácticas.  


           

¿Qué nos dicen estas obras acerca de la intervención técnica y política en un contexto de pandemia global?

MARCO. Nos dicen mucho. En primer lugar, porque, como hemos presenciado en todo el mundo, la pandemia provocó una invocación generalizada al Estado en diferentes sentidos. El Estado como protector y salvador de las poblaciones nacionales; como la instancia omnisciente obligada a aportar soluciones rápidas y eficientes en todo ámbito de la vida social: el sanitario, el escolar, el económico, el laboral, el científico, el de la comunicación mediática, etc.; el Estado como enemigo que busca restringir derechos civiles y político. Las representaciones del Estado han sido variadas, contradictorias, paradójicas y, sobre todo, simplificadoras. Se ve al Estado como una entidad homogénea, todopoderosa y operadora con una racionalidad instrumental que controla de arriba abajo. Lo que hemos presenciado en el país y en otros lugares es, en cambio, la descoordinación de las burocracias estatales; la ignorancia y perplejidad de políticos; el accionismo mediático que simula tener la situación bajo control; la política de comunicación contradictoria que se quiere presentar como basada en la autoridad científica; las disfuncionalidades entre las respuestas centralistas y las que se dan en los estados y municipios del interior. Todo esto crea mucha inseguridad entre la población, muchas dudas y miedos. En los casos más extremos, alimenta las teorías de la conspiración y torpedea los esfuerzos de las campañas de vacunación y de respeto de las reglas básicas de protección. En su conjunto, se deja ver cómo opera la dominación y el poder, y a la vez lo frágiles que en realidad pueden ser o, en otros términos, la complejidad e improbabilidad de sus condiciones de posibilidad. 

            Son notables las diferencias entre los Estados para enfrentar o, en su caso, ignorar la crisis. China y Brasil, por ejemplo, están en las antípodas. Cada uno tiene sus instrumentos de intervención y formas de disciplinar y proteger o no a su población.

            Al mismo tiempo, la pandemia nos revela la pequeñez de los Estados nacionales para enfrentar solos crisis globales, por un lado, y la ausencia de estructuras organizativas supranacionales a nivel global para implementar acciones concertadas y eficientes globalmente. Los Estados nacionales se antojan, en algún sentido importante, inclusive en un obstáculo más que en una solución con sus repuestas como cierre de fronteras, monopolización de vacunas para proteger sólo a la población nacional, reactivación de la economía para reposicionar al país en la competencia económica global, etc.

            En resumen, no es que el Estado no sea importante o haya dejado de cumplir una función social, sino que es nuestra manera habitual de pensarlo y de representárnoslo no nos deja ver lo que realmente es y hace y cómo existe y opera. Esto es lo que podrían aprender lectores de los trabajos publicados en estos libros.

ALEJANDRO. Una tendencia notable consiste en recalcar cómo la pandemia ha hecho manifiesto el poder del Estado sobre distintas dimensiones de nuestra existencia cotidiana. Es decir, la contingencia sanitaria habría convertido en algo concreto la idea de una poderosa otreidad anónima que tiene control sobre nuestras vidas, algo que había resultado cada vez más lejano y abstracto tras el fin de los totalitarismos del siglo XX (los trabajos contenidos en los tres volúmenes, y la literatura académica con que dialogan, tienen precisamente en común lidiar empíricamente con este carácter difuso del poder estatal). Puede ser. Pero, en ese caso, concuerdo con Marco en que la pandemia también expuso la desunión, contingencia, ineficiencia y descontrol que se ocultan tras esa máscara o artefacto ideológico del “Estado”, como diría Abrams.       

¿Hay alguna propuesta para continuar con esta serie de publicaciones?

MARCO. Tenemos interés de continuar nuestra colaboración. De hecho, recientemente Alejandro y yo publicamos un artículo sobre migraciones, refugio y agentes humanitarios, dado que, casualmente, nuestras investigaciones actuales coinciden en estos temas, aunque en geografías distintas. Alejandro investiga en la frontera entre México y EEUU, y yo en el norte de Alemania. No tenemos pensado editar un nuevo libro sobre alguna dimensión del Estado. La pandemia ha hecho difícil el trabajo en equipo. En lo personal, no descarto que en uno o dos años convoquemos a colegas y estudiantes a un nuevo proyecto intelectual, aunque quizás el centro temático no sea el Estado.

ALEJANDRO. Efectivamente, el centro temático de futuras colaboraciones no puede ser el Estado – no, al menos, en la forma en que inspiró el volumen de (Trans)formaciones y quizás también el de Formas reales. Quizás haya que desprenderse del Estado como concepto totalizador inspirado por la filosofía y la teoría políticas para, en cambio, combinar enfoques neo-weberianos y métodos etnográficos dirigidos al estudio de los aparatos estatales, las prácticas de los burócratas y sus perspectivas emic, y la instrumentación de políticas públicas. Ello incluiría examinar la relación de los burócratas con los integrantes de otras instituciones públicas y privadas y con los receptores de sus acciones, recuperando el interés en las interacciones y confrontaciones entre actores pertenecientes en principio a distintos órdenes, como Marco hizo recientemente en un interesante artículo sobre las autodefensas en México.

JOSÉ LUIS: Hay una pregunta que me da vueltas, a partir de un comentario de un colega holandés, si mal no recuerdo, que me hizo cuando hablamos de uno de estos textos: “Esa discusión ya la tuvimos”, o algo así. ¿Es la nuestra, entonces una aportación tardía que no agrega nada nuevo a lo que en las “metrópolis científicas” supuestamente ya se ha hecho y dicho?

ALEJANDRO. Me parece que el comentario del colega aludido refleja una forma bastante cuestionable de concebir el avance del conocimiento en ciencias sociales, el cual es acumulativo y depende de la revisión de, y el diálogo con, investigaciones existentes. Los investigadores de las “metrópolis” se han beneficiado de un enorme acervo histórico y etnográfico al que, durante décadas, han contribuido muchos y muy diversos investigadores e investigadoras de mútiples países. Otra cosa es que aquellos sean más o menos honestos o generosos a la hora de reconocer esos antecedentes. No comparto esa actitud de “ya se ha hablado de esto” como principal estrategia de auto-legitimación académica – desacreditando los aportes de los y las demás -, prefiriendo, por el contratirio, un diálogo crítico más generoso con los trabajos existentes.

Bibliografía

Liga de la revista Sociológica dedicada el tema Transformaciónsocial en Chiapas. Investigaciones recientes (2007, año 22, núm. 23): 

 

Reseñas

Los indígenas de Chiapas y la rebelión zapatista

José Woldenerg, Pedro Pitarch, Maya Lorena Pérez RuizJérôme Baschet 

-       (Trans)formacionesdel Estado en los márgenes de Latinoamérica. Imaginarios alternativos, aparatosinacabados y espacios transnacionales

      Edison Hurtado, Jorge Hernández

Formas reales de la dominación del Estado. Perspectivas interdisciplinarias del podery la política

José Luis Escalona

Estatalidades y soberanías disputadas. La reorganización contemporánea de lo político en América Latina

Adina Radosh 

Un comentario a la trilogía, por José Ignacio Lanzagorta

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