En su ensayo, Larsson
propone un marco analítico general llamado economía del poder, centrada en dos
elementos fundamentales: el poder y el movimiento. Los principios que elabora
provienen de una serie de tesis de Russel, quien hablaba del poder y el deseo
de poder, expresado tanto en mercancías como objetos materiales (en el que se
enfocó Marx) como también en objetos espirituales (la gloria, el prestigio); y de acuerdo
con Russel es esta dimensión espiritual el principal motor de la sociedad.
Bourdieu retomó estas ideas y elaboró la economía de la práctica, poniendo
énfasis en el capital simbólico y las prácticas simbólicas (referidas al
prestigio). Toda economía es simbólica en tanto implica una valoración
(conocimiento, reconocimiento, desconocimiento) o un juego de prestigio. Lo
social entonces son cuerpos en posiciones y relaciones, que actúan en campos de
fuerza cuya lógica se explica por factores que están más allá de intenciones e
interacciones individuales.
Foucault con su microfísica del poder y Baudrillard con su economía política del signo estarían aplicando modelos semejantes al análisis de la sociedad que Larsson explora: la economía del poder. Agrega Larsson que estas ideas pueden tener un origen y ser homólogas a las de ciertas teorías de la física, por ejemplo en Einstein, quien habla del mundo físico compuesto por materia/energía y sus posiciones, relaciones y movimientos. El contraste está en los principios que rigen el movimiento de la materia/energía y los del poder social/simbólico, pues en esta segunda dimensión de lo físico (la social) el conocimiento-reconocimiento implícito en las prácticas juega un papel fundamental. La idea de habitus estaría apuntando a esa incorporación del todo: las relaciones/posiciones en espacio, las intenciones posicionadas, y cierto grado de predictibilidad o regularidad (disposición). Por otra parte, las homologías entre la física y la economía del poder llaman la atención sobre un camino distinto al que siguieron las antropologías hermenéuticas, simbólicas y postmodernas, predominantes en los recuentos de la teoría antropológica del siglo XX (con excepción quizá de Levi-Strauss). ¿En la antropología (me preguntaría), podríamos aprender más de la física que de lo que hemos aprendido de la interpretación de textos o del análisis literario? ¿Podría ser el poder, como dice Russel, la categoría central en el análisis social?
Foucault con su microfísica del poder y Baudrillard con su economía política del signo estarían aplicando modelos semejantes al análisis de la sociedad que Larsson explora: la economía del poder. Agrega Larsson que estas ideas pueden tener un origen y ser homólogas a las de ciertas teorías de la física, por ejemplo en Einstein, quien habla del mundo físico compuesto por materia/energía y sus posiciones, relaciones y movimientos. El contraste está en los principios que rigen el movimiento de la materia/energía y los del poder social/simbólico, pues en esta segunda dimensión de lo físico (la social) el conocimiento-reconocimiento implícito en las prácticas juega un papel fundamental. La idea de habitus estaría apuntando a esa incorporación del todo: las relaciones/posiciones en espacio, las intenciones posicionadas, y cierto grado de predictibilidad o regularidad (disposición). Por otra parte, las homologías entre la física y la economía del poder llaman la atención sobre un camino distinto al que siguieron las antropologías hermenéuticas, simbólicas y postmodernas, predominantes en los recuentos de la teoría antropológica del siglo XX (con excepción quizá de Levi-Strauss). ¿En la antropología (me preguntaría), podríamos aprender más de la física que de lo que hemos aprendido de la interpretación de textos o del análisis literario? ¿Podría ser el poder, como dice Russel, la categoría central en el análisis social?
Blanco, por su parte,
plantea otra forma de entender el poder como categoría analítica, en conexión
con la noción de agency, una noción que forma parte de una perspectiva sobre la
acción y el género. Si por un lado existen relaciones de subordinación y
dominación (una de las formas de entender el poder) estas relaciones no se
reproducen como una estructura automática, ni son totalmente independientes de
las acciones individuales que cada uno de los participantes realizan, o dejan
de realizar. La subordinación es un resultado de las condiciones más generales
(como, en el caso de estudio de Blanco, la situación de subvaloración del
trabajo doméstico, la condición de indocumentadas de las trabajadoras, de las
distintas formas del propio trabajo doméstico -como en el caso del “trabajo de
planta”). Sin embargo, eso no significa que no haya consciencia de la
subordinación y que no haya acciones de cuestionamiento verbal, de evasión de
trabajo, de abandono para buscar mejores condiciones o incluso de organización
para mejorar esas mismas condiciones. La existencia de distintas capacidades
(una forma del poder) y habilidades para competir y mejorar las relaciones de
subordinación son parte de lo que produce la propia subordinación y al mismo
tiempo la cuestiona. Todo esto plantea el problema de si la llamada agency no es
sólo una forma de resistencia absoluta y consciente, sino una capacidad de
actuar mediada social e históricamente, siguiendo a Ahearn.
Velázquez, en su
ensayo, se pregunta por la importancia del análisis del poder en los estudios
de género. Propone el problema de dos maneras: ¿Es intrínseco el poder a las
relaciones de género? ¿Cómo la diversidad de formas del poder (las diferencias
de etnicidad y clase, por ejemplo) influyen en la conformación de las propias
relaciones de género? Recorre para ello distintas perspectivas sobre el poder
(como capacidades individuales, como fuerzas estructurales y como dispositivos
de dominación) y las lleva al problema del género como una categoría de las
relaciones de poder. Cuestiona entonces si los estudios de “empoderamiento” son
suficientes para entender el género. Propone que aun cuando existen diversas
formas de registrar etnográficamente la subordinación (por ejemplo en distintas
iglesias, con diferentes roles para hombres y mujeres, pero reproduciendo la
misma jerarquía entre los espacios, actividades y autoridad de hombres y
mujeres) existen distintas formas de valorar esas condiciones. Desde una
perspectiva metodológica centrada en las visiones de las propias mujeres lo que
surge son distintas valoraciones de las relaciones de género en las cuales
existen formas de ejercicio de poder por parte de las mujeres. Además, la
modificación de las condiciones de género no significa un mejoramiento en
términos de autoridad o responsabilidad, ni se traduce en algo como “agencia”,
“resistencia” o “empoderamiento” (como en el caso de las mujeres que ingresan
al mercado laboral). Es decir el género como solo relación de poder o
subordinación no explica todo lo que involucra las relaciones de género; o en
todo caso no hay que entender las relaciones de género sólo como de
confrontación y lucha, sino también como de complementariedad, como sucede en
algunas cosmovisiones con visiones dualistas y complementarias de lo masculino
y lo femenino (que pueden ser usadas como instrumentos de crítica de la propia
dominación de género). ¿Es necesaria
entonces también una complementariedad conceptual entre cultura y poder, y por
tanto una aproximación metodológica entre una perspectiva relacional y una
hermeneútica?
En ambos casos, el de
Velázquez y el de Blanco, se busca un más profundo acercamiento al caso
específico de las relaciones de subordinación, para entender las diversas
dimensiones del género y la acción. Sin embargo, en el caso de Velázquez se
busca una complementariedad entre las teorías relacionales y las
interpretativas; en cambio en la de Blanco se complementa la perspectiva de
poder con la de agency. Me pregunto, en este segundo caso: ¿No son poder y
agencia, en este nivel de análisis, conceptos compenetrados: el poder como relaciones
de dominación pero también como capacidades concretas de acción o “agency”?; es
decir, ¿No es el poder, en el nivel etnográfico de la interacción concreta, la
capacidad de acción en ciertas circunstancias, como lo señala también Larsson
en su ensayo?
Finalmente, Wilson
propone analizar dos conceptos también relacionados con el poder: estrategias y
tácticas. Se trata de una distinción conceptual que proviene de ciertas
perspectivas que distinguen entre, por un lado, las estrategias como formas más
ordenadas y permanentes de ejercicio del poder, en niveles casi inconscientes y
abstraídos en ciertas condiciones de la interacción concreta (pensaría, por
ejemplo en el reloj, tal como lo analiza Benjamin Coriat); y por el otro lado,
las tácticas, que implican un movimiento o acción concreto desde posiciones
subordinadas y que obedecen a cálculos específicos casi coyunturales. La
cuestión es hasta donde esta distinción (que es análoga a las ideas, por ejemplo, de dominación y
resistencia, estructura y acción, estructura y agencia) son realmente útiles en
la investigación. De algún modo, en particular, el análisis del podre nos
enfrenta no a dispositivos automáticos ni a acción sin constreñimientos, sino a
una dimensión que mezcla ambas en situaciones concretas, además, como dice
Wilson, la táctica (la resistencia, la contracultura, agregaría yo) son más
bien respuestas desde dentro de las relaciones de poder y relativas a cierto
estado de esas fuerzas y de los intereses y posiciones en juego.
La pregunta que queda
en general es: ¿La noción de poder permite abarcar suficientemente distintos
aspectos de las relaciones, las instituciones, las interacciones y la acción, en
contextos como una política de desarrollo impulsada por el gobierno, como
ciudades rurales en Chiapas, las condiciones de las trabajadoras domésticas
centroamericanas en Chiapas, las de los niños trabajadores en plantaciones de
la cosa o las relaciones de género en familias rurales? O, como sugiere
Velázquez, hace falta emplear enfoques que toman en cuenta la cultura, como los
sentidos o cosmovisiones con las cuales se entienden y valoran las relaciones
de género (y que no son muchas veces entendidas como relaciones de dominación)?
José Luis Escalona
Victoria
No hay comentarios:
Publicar un comentario